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Crecimiento urbano
Las regiones templadas, en las que el bosque predominante es de pino y
encino, han sido habitadas por cientos de años. Algunas de las grandes
civilizaciones pre-hispánicas incluyendo a los teotihuacanos, toltecas,
matlatzincas y totonacas se establecieron en estas regiones de México.
Ellos aprovecharon los valles por su fertilidad y clima agradable. En
estos valles encontraron ríos, lagos y bosques con madera abundante
para usar como combustibles y material de construcción.
La Ciudad de México, Toluca, Morelia, Puebla y Guadalajara son ejemplos
de ciudades con orígenes antiguos ubicados en estas regiones. Al haber
crecimiento urbano, aumenta la presión sobre los bosques. De hecho, se
afirma que los bosques de pino-encino son los más perturbados de todos
los ecosistemas. De acuerdo con algunos autores (Benitez, 1987), en la
Ciudad de México se han destruido un total de 992 hectáreas de bosque
de encino, 800 hectáreas de pedregal y 775 hectáreas de tierras
agrícolas.
Un claro ejemplo de la destrucción de bosques templados y sus hábitats
se ve en el crecimiento de Chalco hacia los valles de la Sierra Nevada
(conformada por los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl) en donde la
urbanización desordenada está destruyendo extensas áreas, mermando así
su capacidad captadora de agua y ocasionando desastres como
inundaciones de aguas negras.
Ganadería extensiva
A partir de la introducción del ganado vacuno a México durante la
colonia, la tendencia ha sido de desmontar áreas de bosque con el fin
de proveer de pastos al ganado. En los bosques templados se practican
quemas a nivel de los arbustos y el suelo para fomentar el crecimiento
de “renuevo”, que es pasto joven usado para alimentar al ganado.
El reconocido botánico Jerzy Rzedowski afirma que esta práctica
probablemente es la que más seriamente ha afectado a los bosques, ya
que más del 80% de estos son sometidos a estas prácticas.
El fuego es normal en los bosques de pino y algunas especies dependen
de él para que sus semillas germinen. Sin embargo, la frecuencia con la
que se queman los matorrales en el bosque evita que crezcan semillas y
broten plantas nativas. Adicionalmente, las vacas y cabras comen cuanto
retoño encuentran, haciendo imposible la regeneración del ecosistema.
Se calcula que la producción ganadera ha alterado o destruido cerca de
6 millones de hectáreas de bosques (Challenger, 1998).
Leña y combustibles
El principal combustible en las zonas rurales de México es la leña. Su
recolección es generalmente una tarea llevada a cabo por las mujeres en
los hogares rurales, cuando se trata de leña para el fogón familiar que
sirve para comer y para calentarse.
Otra práctica relacionada es el “ocoteo”, el cual consiste en cortar
pequeños pedazos de madera rica en resina, que se utilizan como
combustible para prender fogatas y fogones. Esta práctica se hace en
árboles grandes, socavando su tronco hasta eventualmente matarlo. El
“ocoteo” también propicia el ataque de parásitos en los árboles
lastimados, reduciendo sus posibilidades de sobrevivir.
Aparte del consumo doméstico, la leña se vende para chimeneas en casas
de descanso e inclusive en la misma Ciudad de México. Esta leña es
consumida más por fines estéticos que por necesidad, por lo que esta
práctica debería eliminarse. Los bosques de encino son también sujetos
a la extracción de madera, especialmente para producir carbón.
Agricultura extensiva
Algunos autores han estudiado la destrucción de bosques a causa de la
agricultura y han determinado que se han desmontado más de 4 millones
de hectáreas de bosque de pino y encino para este fin. Esto equivale a
un 15% de todos los bosques en la zona ecológica llamada templada
sub-húmeda de México.
La mayoría de los cultivos en estos bosques son de temporal (que
dependen de las lluvias), aunque también hay cultivos que reciben riego
en varios estados. En algunos casos estos cultivos son abandonados,
dejando el suelo a merced de la erosión al no contar con su cobertura
vegetal original. Esto es propiciado porque al aumentar la demanda de
alimentos por el crecimiento poblacional, los campesinos se ven
obligados a desmontar laderas cada vez más empinadas para sembrar y
criar ganado.
Estas áreas son inadecuadas para estas prácticas por lo que rápidamente se erosionan y pierden su utilidad.
Explotación forestal excesiva
México cuenta con una importante industria forestal en la cual el pino
es el principal producto gracias a su abundancia, disponibilidad y
utilidad para un sinfín de productos, desde material de construcción
hasta juguetes y muebles.
Sin embargo, el manejo forestal no ha sido adecuado pues se ha
caracterizado por la extracción irracional ligada a intereses
particulares, dejando a las comunidades propietarias con bosques
empobrecidos y, en términos forestales, “descremados” lo que significa
que se han extraído los árboles con valor comercial, dejando únicamente
árboles inmaduros y dispersos.
Además de la madera, la celulosa que se extrae para producir papel ha
sido otro factor de amenaza para los bosques. Actualmente se ha optado
por usar otras especies además del pino, que son más baratas y que
tengan una alta calidad de pulpa; tal es el caso del eucalipto
importado de Australia.
Incendios forestales
El fuego es parte de la ecología de los bosques de coníferas como el
pino y el oyamel. Su ocurrencia, por causas naturales como los rayos es
normal y varias especies están adaptadas al fuego e inclusive dependen
de él para la apertura de sus conos o piñas y la germinación de sus
semillas.
Sin embargo, el fuego se convierte en una amenaza cuando es originado
por el hombre para generar “renuevo” para ganado o para propiciar el
cambio de uso del suelo de zonas forestales protegidas. Esto con el fin
de aprovechar las tierras para fines no forestales en favor de
intereses particulares como el desarrollo urbano.
Durante la temporada de secas, los bosques templados son especialmente
susceptibles a incendios y las fogatas y colillas de cigarro son
factores causantes de grandes incendios. México vivió su peor temporada
de incendios en 1998, año especialmente caliente y seco en el que se
quemaron alrededor de 240,000 hectáreas de pastizales y bosques. La
mayoría de esos incendios fueron causados por el hombre.
Algunas de las actividades descritas anteriormente, en lugar de
continuar con patrones de destrucción se pueden transformar en
actividades sustentables si se utilizan tecnologías adecuadas y con
regulaciones para dejar de ser un problema y logren un beneficio
económico sin sacrificar los recursos naturales.
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